ENTREGA 5 PILEO
ENERO DE 2027
“El sofá,
los tomates y la novela”
En la tierra predominaba un
paisaje sombrío, como de carbón. Una gruesa capa de ceniza cubría toda
superficie a la vista, y dejaba una sensación de soledad y desaliento. Dicho ambiente combinaba a la perfección con
la quietud y la parsimonia que solidificaban la atmosfera. Los rastros de
radiación, imperceptibles a la vista hacían arder los ojos y resecaban los
labios.
De repente, del sistema propulsor
de un cohete salió proyectada una ráfaga de viento caliente, que en seguida se
teñiría de rojo con la combustión que intentaba levantar la pesada máquina. Se
armó entonces una nube negra de ceniza que alcanzó más de los diez metros de
altura, y que los habría cegado a todos si hubiese a quien cegar. Luego de unos
minutos, el cohete logró despegarse del suelo terrestre y en seguida abandonó
la tierra.
A través de las ventanas del
cohete se alcanzaba por fin a divisar la enorme esfera naranja que ya no
transmitía miedo ni temor, sino más bien calma y esperanza. La nave se ubicó en
posición vertical con respecto a la superficie marciana y aterrizó lentamente, levantando
otra nube, esta vez de polvo anaranjado y blanquecino. Descendieron cuatro
mujeres y tres hombres que parecían aliviados de haber escapado de la
hostilidad propia de la situación en su planeta. El ambiente en realidad no era
tan diferente, sin embargo, aquí el silencio no causaba tensión sino
tranquilidad; la desolación no provocaba nostalgia sino paz, y el polvo no resecaba,
sino que refrescaba.
Los visitantes caminaron
contentos, hablando de lo que harían ahora que no debían preocuparse por nada
más que su presente y su futuro. Uno de los hombres habló sobre su pasión por
la ebanistería, y como su más grande sueño era empezar un negocio donde pudiese
vender muebles que decorasen los hogares y trajeran, desde su belleza,
felicidad a las familias que se reunían en la sala, sentados en un sillón de
brazos robustos y decorados con arabescos que combinaban con los tallados en
los espaldares de las sillas del comedor y en los bordes de los anaqueles y en
las repisas dentro de los armarios. Luego, habló una de las mujeres, quien
aseguró que se dedicaría a cuidar de una huerta que construiría ella misma.
Recitaba ensimismada los nombres coloquiales de todos los vegetales y las
frutas que planeaba cosechar, y se regocijaba de alegría cuando imaginaba a los
marcianos disfrutando de sus jugosas sandías en los días de calor, y guisando
variedad de platillos con sus tomates rojos y suculentos. Otra de las mujeres tomó
la palabra y les contó a sus compañeros las novelas y los cuentos que planeaba
escribir, con historias intrincadas y nudos apasionantes que terminaban en
desenlaces conmovedores. Y así siguieron caminando hacia la villa más cercana,
soñando en cumplir dichosamente sus anhelos.
Sin embargo, cuanto más se
acercaban a la villa, más sentían que algo no andaba bien. Dejaron de pensar en
los muebles, las manzanas y las novelas, y sus mentes se llenaron de las imágenes
de casas, tiendas, escuelas y parques vacíos. A simple vista no se divisaba ni
uno de los esperados cuerpos morenos de ojos amarillos. Entre más se
adentraban, más confundidos y afligidos se sentían. ¿Dónde están todos? ¿A
dónde fueron? ¿por qué no nos esperaron? Los pisos estaban relucientes, no
había casi polvo encima de las mesas y las cocinas brillaban.
Llegaron entonces a la plaza
central de la villa, y una de las bancas yacía, esperando a ser leida, una
carta. El sobre dentro del cual se hallaba dictaba como destinatario a los
humanos. Uno de los tripulantes agarró con violencia el sobre y lo rasgó
develando su contenido. A primera vista, la carta parecía estar escrita en un lenguaje
completamente distinto, sin embargo, bastaron unos cuantos segundos luego de
entrar en contacto con la piel de la yema de los dedos de quien la sostenía
para que los caracteres se convirtieran en letras y el idioma en inglés. La
misiva exponía lo siguiente
“Desde hace meses ustedes han difamado nuestro cielo con furiosas
explosiones, y han convertido nuestras noches en los más miserables y
desagradables espectáculos. Hemos visto también como atentan unos con los otros
dañándose a ustedes mismos y causando desgracia.
Hemos sido testigos también de sus intenciones con
nuestro planeta y por consiguiente con nosotros, y basándonos en lo que
sabemos, tan pronto como nos enteramos que su cohete había despegado hacia aquí
decidimos irnos. Nos reusamos rotundamente a ser sus nuevas víctimas ahora que
ya no les queda más a quien dañar”
Los tripulantes voltearon a
verse, y en las caras de sus pares reconocieron el desconcierto y la tristeza. Entonces,
salieron corriendo y arremetieron contra las tiendas de víveres y alimentos. En
ellas, las latas de diferentes granos alienadas en los estantes esperaban vacías
a los que buscaban en ellas sustento. La mujer que soñaba con tener una huerta
se dirigió hacia los cultivos de la villa, y para su desgracia y la de sus
compañeros no había ni el más ínfimo rastro de vida en aquella tierra.
Se reunieron todos de nuevo en la
plaza, y pasmados miraron a su alrededor. Observaron inmóviles como la diferencia
entre la tierra y marte de hacía cada vez menos y menos notoria, hasta que
prácticamente se desvaneció por completo.
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