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ENERO DE 2027

“El sofá, los tomates y la novela”

En la tierra predominaba un paisaje sombrío, como de carbón. Una gruesa capa de ceniza cubría toda superficie a la vista, y dejaba una sensación de soledad y desaliento.  Dicho ambiente combinaba a la perfección con la quietud y la parsimonia que solidificaban la atmosfera. Los rastros de radiación, imperceptibles a la vista hacían arder los ojos y resecaban los labios.

De repente, del sistema propulsor de un cohete salió proyectada una ráfaga de viento caliente, que en seguida se teñiría de rojo con la combustión que intentaba levantar la pesada máquina. Se armó entonces una nube negra de ceniza que alcanzó más de los diez metros de altura, y que los habría cegado a todos si hubiese a quien cegar. Luego de unos minutos, el cohete logró despegarse del suelo terrestre y en seguida abandonó la tierra.

A través de las ventanas del cohete se alcanzaba por fin a divisar la enorme esfera naranja que ya no transmitía miedo ni temor, sino más bien calma y esperanza. La nave se ubicó en posición vertical con respecto a la superficie marciana y aterrizó lentamente, levantando otra nube, esta vez de polvo anaranjado y blanquecino. Descendieron cuatro mujeres y tres hombres que parecían aliviados de haber escapado de la hostilidad propia de la situación en su planeta. El ambiente en realidad no era tan diferente, sin embargo, aquí el silencio no causaba tensión sino tranquilidad; la desolación no provocaba nostalgia sino paz, y el polvo no resecaba, sino que refrescaba.

Los visitantes caminaron contentos, hablando de lo que harían ahora que no debían preocuparse por nada más que su presente y su futuro. Uno de los hombres habló sobre su pasión por la ebanistería, y como su más grande sueño era empezar un negocio donde pudiese vender muebles que decorasen los hogares y trajeran, desde su belleza, felicidad a las familias que se reunían en la sala, sentados en un sillón de brazos robustos y decorados con arabescos que combinaban con los tallados en los espaldares de las sillas del comedor y en los bordes de los anaqueles y en las repisas dentro de los armarios. Luego, habló una de las mujeres, quien aseguró que se dedicaría a cuidar de una huerta que construiría ella misma. Recitaba ensimismada los nombres coloquiales de todos los vegetales y las frutas que planeaba cosechar, y se regocijaba de alegría cuando imaginaba a los marcianos disfrutando de sus jugosas sandías en los días de calor, y guisando variedad de platillos con sus tomates rojos y suculentos. Otra de las mujeres tomó la palabra y les contó a sus compañeros las novelas y los cuentos que planeaba escribir, con historias intrincadas y nudos apasionantes que terminaban en desenlaces conmovedores. Y así siguieron caminando hacia la villa más cercana, soñando en cumplir dichosamente sus anhelos.

Sin embargo, cuanto más se acercaban a la villa, más sentían que algo no andaba bien. Dejaron de pensar en los muebles, las manzanas y las novelas, y sus mentes se llenaron de las imágenes de casas, tiendas, escuelas y parques vacíos. A simple vista no se divisaba ni uno de los esperados cuerpos morenos de ojos amarillos. Entre más se adentraban, más confundidos y afligidos se sentían. ¿Dónde están todos? ¿A dónde fueron? ¿por qué no nos esperaron? Los pisos estaban relucientes, no había casi polvo encima de las mesas y las cocinas brillaban.

Llegaron entonces a la plaza central de la villa, y una de las bancas yacía, esperando a ser leida, una carta. El sobre dentro del cual se hallaba dictaba como destinatario a los humanos. Uno de los tripulantes agarró con violencia el sobre y lo rasgó develando su contenido. A primera vista, la carta parecía estar escrita en un lenguaje completamente distinto, sin embargo, bastaron unos cuantos segundos luego de entrar en contacto con la piel de la yema de los dedos de quien la sostenía para que los caracteres se convirtieran en letras y el idioma en inglés. La misiva exponía lo siguiente

“Desde hace meses ustedes han difamado nuestro cielo con furiosas explosiones, y han convertido nuestras noches en los más miserables y desagradables espectáculos. Hemos visto también como atentan unos con los otros dañándose a ustedes mismos y causando desgracia.

Hemos sido testigos también de sus intenciones con nuestro planeta y por consiguiente con nosotros, y basándonos en lo que sabemos, tan pronto como nos enteramos que su cohete había despegado hacia aquí decidimos irnos. Nos reusamos rotundamente a ser sus nuevas víctimas ahora que ya no les queda más a quien dañar”

Los tripulantes voltearon a verse, y en las caras de sus pares reconocieron el desconcierto y la tristeza. Entonces, salieron corriendo y arremetieron contra las tiendas de víveres y alimentos. En ellas, las latas de diferentes granos alienadas en los estantes esperaban vacías a los que buscaban en ellas sustento. La mujer que soñaba con tener una huerta se dirigió hacia los cultivos de la villa, y para su desgracia y la de sus compañeros no había ni el más ínfimo rastro de vida en aquella tierra.

Se reunieron todos de nuevo en la plaza, y pasmados miraron a su alrededor. Observaron inmóviles como la diferencia entre la tierra y marte de hacía cada vez menos y menos notoria, hasta que prácticamente se desvaneció por completo. 

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