TEXTO ARGUMENTATIVO-ENSAYO
LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO
La
sexualidad es, sin duda, una de las más grandes dimensiones del ser humano, es
más, podría llegar a considerarse como la más amplia y de mayor relevancia,
puesto que representa la sinergia entre los aspectos individuales y sociales de
todas las personas, es decir, la forma en que se relacionan con sí mismas, y
como lo hacen con los demás. Teniendo en cuenta lo vasto que es el concepto
sexualidad, no es difícil deducir que contiene una enorme cantidad de conceptos
más específicos que lo componen, y así mismo nos permiten entenderla tan a
fondo como sea posible. Algunos ejemplos serían todo lo relacionado con la
autoestima y la imagen propia, el estudio del comportamiento humano en
relaciones amorosas, el cuidado básico del cuerpo, el análisis del desarrollo
de la personalidad, etc. Sin ánimo de desestimar cualquiera de los aspectos
anteriormente mencionados, y entendiendo que entre ellos existe una relación
intrínseca, existe uno que ayuda en gran medida al estudio del individuo desde
un punto de vista sexual: la cuestión de género.
Al
hacer un análisis del ser humano, de la mano con la sexualidad, encontramos
cuatro subdivisiones que están ligadas a la cuestión de género: el sexo, el
género, la identidad sexual y la orientación sexual. Si bien el pilar de esta
discusión es el género, los otros tres caracteres son necesarios en tanto
permiten hacer una delimitación del concepto clave.
Por
su parte, el sexo es, desde un punto de vista científico, el más sencillo de
explicar, puesto que se construye alrededor de los cromosomas, específicamente
los dos pares de cromosomas sexuales que poseen los seres humanos dentro de su material
genético. Estos cromosomas son X y Y. Una hembra tendrá cromosomas XX, un macho
tendrá cromosomas XY, y una persona intersexual (es decir, aquella que posee
ambigüedad en su material genético sexual y, por lo tanto, dicha ambigüedad se
releja en sus fenotipos, o expresiones genéticas físicas) quien posee grupos de
cromosomas como XXY, XXX o XYY. Teniendo en cuenta lo anterior, se dice que
existen tres sexos: hembra, macho e intersexual. Dichos sexos dependen cien por
ciento del material genético de la persona.
Por
otro lado, la orientación sexual comprende las relaciones entre sexos, es
decir, hacía que sexo se siente atracción física o romántica y deseo sexual.
Son muchas las orientaciones sexuales existentes, puesto que se habla de una
cuestión completamente subjetiva, sin embargo, hay seis orientaciones sexuales
principales: heterosexual, es decir una persona que siente atracción física o
romántica y deseo sexual hacia individuos del sexo opuesto (macho que se siente
atraído por una hembra, hembra que se siente atraída por un macho); Homosexual,
o aquellos que siente atracción física o romántica y deseo sexual hacia
individuos de su mismo sexo (macho que se siente atraído por otro macho, hembra
que se siente atraída por otra hembra); Bisexualidad, es decir quienes siente
atracción física o romántica y deseo sexual por ambos sexos (macho que se
siente atraído tanto a hembras como a machos, hembra que se siente atraída
tanto a machos como a hembras); Pansexual, o aquellos que sienten atracción
física por los seres humanos, sin discriminar su sexo; Asexual, es decir
carente de atracción sexual hacia cualquier sexo; y Demisexual, o a quien le
atraen solamente las personas con las que ya ha construido un fuerte lazo
emocional.
Ahora
bien, el género es un tanto más complejo, puesto que es una construcción
sociocultural que envuelve las expectativas y nociones frente al sexo. Aquí encontramos
la forma en que se proyectan los sexos, y a dichas formas se le otorgan los
nombres de hombre (fuerte, independiente, valiente) y mujer (débil, sumisa,
delicada). Al ser una construcción sociocultural y no individual, está expuesta
a errores, como, por ejemplo, la forma en que se describieron los géneros anteriormente
es errada en tanto el sexo no determina las características o las cualidades de
las personas. El género avanza de la mano con la identidad de género, que
básicamente es la perspectiva que cada quien tiene frente a sí mismo, y en este
caso, si podemos hablar de un proceso individual. Es necesario aclarar que el
sexo no determina la identidad de género, es decir, un macho puede ser una
mujer, y una hembra un hombre, puesto que, como se expresó anteriormente, el
sexo se limita al comportamiento cromosómico, y limitar algo tan complejo como
el género al ámbito físico significaría mutilar la búsqueda de la propia
identidad.
Existen
cuatro diferenciaciones dentro de la identidad de género: cisgénero, es decir
aquella persona que se identifica con el género que se ha relacionado,
tradicionalmente, con su sexo (macho y hombre, hembra y mujer); transgénero, o
aquella persona que no se identifica con el género que se relaciona con su sexo
biológico (un macho que no se identifica como hombre, sino más bien como mujer,
una hembra que no se identifica como mujer, sino más bien como hombre); género
fluido, es decir aquellos cuya percepción propia frente al género fluctúa, es
decir, pueden sentirse hombres tanto como pueden sentirse mujeres; y por
último, las personas con género no binario, es decir quienes deciden no
encasillar su identidad en alguno de los géneros.
Como
se identificó en la explicación sobre el género, a lo largo de la historia se
han ido codificando unas expectativas frente a los géneros con las cuales se limita
la plena expresión de estos, es decir, un hombre que sea sensible, débil,
delicado, va a ser criticado en tanto la forma en que expresa su género no
concuerda con la forma en que el género masculino está pensado, o una mujer
fuerte, independiente, valiente, va a ser discriminada y juzgada como “poco
femenina” (entendiendo el termino “femenino” desde los ideales tradicionales
del género femenino). Si esto les sucede a aquellas personas que se identifican
con el género relacionado a su sexo, los ataques hacia quienes no lo hacen (transexuales
y transgénero) son aún peores. Estas expectativas trascienden muchos aspectos
de la vida cotidiana, desde cosas tan banales como la forma de vestir, hasta
características mucho más profundas como el pensamiento mismo, y, por lo tanto,
significan un ataque constante en contra de las personas con identidades de
género no tradicionales, o con comportamientos discordantes con las
concepciones tradicionales.
Lastimosamente, dichos prejuicios están
fuertemente arraigados, y no van a cambiar por si solos, por lo que es necesario desaprender
los estereotipos sociales que giran en torno al género, puesto que perjudican a
aquellos que no se identifican con las identidades o expresiones de género
hegemónicas.
Para poner en perspectiva los estragos
de dichos estereotipos, a continuación, se expondrá un testimonio de la vida
real:
“Un amigue (se utiliza el lenguaje inclusivo debido a
que la persona en cuestión se identifica como no binaria, por lo tanto, es la
forma más efectiva para respetar su identidad) mío, cuyo nombre me pidió no
mencionar, sufrió múltiples agresiones verbales y psicológicas por parte de
personas que transitaban el lugar público en el que se encontraba. Criticaron
su forma de vestir, afirmando que no que concordaba con la manera en que una
persona de su género debería vestir, y su forma de hablar, tratando de
sexualizar su acento, y de no ser por la defensa que yo y otras personas
presentes le ofrecieron le hubiesen golpeado. Este comportamiento no solo fue
irracional, sino que también fue increíblemente grosero, irrespetuoso e
intolerante. Estas agresiones son el pan de cada día para personas como mi
amigue, y son basadas en la forma en que las personas creen que otros deberían
comportarse, de ahí la importancia del des aprendizaje de los estereotipos
sociales relacionados al género.”
Ahora bien,
es indudable que un solo ejemplo no es suficiente para darle relevancia a la
problemática, pues podría ser un caso aislado o de carácter muy particular. Sin
embargo, las estadísticas afirman que, en promedio, 40 personas transgénero son
asesinadas cada año en Colombia. Aseguran también que estos datos son solo la
punta del iceberg, puesto que, en casi la misma cantidad de ocasiones, las
victimas no han podido denunciar violaciones a sus derechos debido a presión
policiaca. Estos datos son estudiados desde el 2013, por lo tanto, si se hacen
los cálculos, encontraríamos alrededor de 500 personas trans violentadas, es
decir 500 relatos más parecido en incluso peores al anterior. Estas cifras son
alarmantes, y reafirman el objetivo de dejar de lado los nocivos estereotipos
de género.
Es importante
recalcar que, estos estereotipos no se generan instantáneamente, ni son
innatos, sino que más bien, se aprenden, se extraen, desde muy corta edad, de las
conductas que se evidencian en el medio externo. En su libro “Sexualidad… mucho
más que sexo”, Elvia Vargas Trujillo respondió a un interrogante que nos
permite ver claramente la relación entre el entorno y la adquisición y
formación de estereotipos de género. La pregunta era: ¿Es
cierto que, si a los niños se les permite jugar con muñecas y a las niñas con
carros, esto puede afectar su identidad con el género? A este interrogante, Trujillo respondió con un
no rotundo, pues explica que estos juguetes, más que inferir en los procesos de
definición de una identidad de género, reflejan lo que ven los niños hacer a
los adultos (conducir autos, cuidar bebes, ambas actividades desempeñadas por
los dos géneros predominantes). También argumenta que esos estereotipos son
implantados por el contexto, que la asignación de un género a un juguete
determinado (carritos para niños, muñecas para niñas) es trabajo del medio
externo, del ambiente sociocultural. Afirma también que, hacer esta clase de
afirmaciones, es un paso clave en el desarrollo de estereotipos que giren en
torno al género, por lo que, cuando crezcan, lo más probable es que los niños
no quieran cuidar a los bebés, puesto que pensarán que es demasiado femenino, y
las niñas estén relegadas a las tareas del hogar, en tanto pensarán que hacer
otras actividades como trabajar o conducir está reservado para los niños. Puede
que este pensamiento no se refleje exactamente en su futuro, pero los estigmas
estarán ahí de forma inconsciente, y, por lo tanto, los prejuicios no solo
seguirán existiendo, sino que también se transmitirán de generación en generación
(en caso de que la niña o el niño, en un futuro, tengan hijos) como se ha
venido haciendo por décadas, y nada podrá cambiar; seguirá habiendo
discriminación. Como solución, la autora propone, principalmente, la educación
en sexualidad, para que los niños, desde temprana edad, se familiaricen con los
conceptos propios de este tema (aquellos apropiados según su edad y proceso
cognitivo) y sientan mayor libertad a la hora de explorar quienes son.
En
caso de que, en este punto, todavía no sea clara la necesidad de desaprender
dichos estereotipos, la mejor forma de explicarlo sería recurrir a la
declaración universal de los derechos humanos, en la cual, los siguientes
artículos en particular reafirman que las agresiones, bien sean físicas,
verbales o psicológicas, que resulten producto de la estigmatización de género,
violan algunos de los 30 derechos fundamentales:
·
1. Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y,
dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los
unos con los otros.
·
3. Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a su seguridad
personal.
·
7. Todo individuo tiene derecho a la protección contra la discriminación.
Como
se evidenció, las consecuencias de los prejuicios relacionados con el género,
atentan incluso, contra derechos de los que goza absolutamente todo ser humano,
sin importar su identidad o expresión de género. Teniendo esto en cuenta, se
puede decir que las personas que se aferran a sus creencias y concepciones
prejuiciosas sobre el género, están incluso incurriendo en un delito, en tanto
violan la declaración universal de los derechos humanos, la carta magna de la
humanidad.
Finalmente, y con el objetivo de que la
problemática sea expuesta de la forma más explícita y concreta posible, se
propuso el siguiente silogismo aristotélico de dos premisas y una conclusión,
que seguramente será suficiente para evidenciar, entender y apoyar el
planteamiento principal del presente ensayo:
- Las personas
con identidades y expresiones de género no hegemónicas son seres humanos.
- Todos los humanos, por el simple hecho de ser humanos, merecen y deben ser
tratados como iguales, sin ningún tipo de discriminación.
- Las personas con identidades y expresiones de género no hegemónicas,
merecen y deben ser tratadas como iguales, sin ningún tipo de discriminación.
Ahora
bien, dicho planteamiento atacaría la libertad de expresión de aquellos que no
están de acuerdos con las identidades y expresiones de género no hegemónicas,
sin embargo, esta es una situación particular en donde ocurre una sobreposición de derechos, (el derecho a la libre expresión se enfrenta con el
derecho a la no discriminación). Afortunadamente, para esta clase de
situaciones, se determina que, el derecho a la libre expresión significaría una
agresión directa en contra de la víctima, por lo que se afirma que, la libertad
de expresión es válida en tanto no perjudique o viole los derechos del otro.
Como se puede observar, en este caso, a la libertad de expresión significaría
una violación a los derechos de las víctimas, por lo tanto, alegar este derecho
no sería válido
En
conclusión, el desaprender los estereotipos formados en torno a las personas con
identidades o expresiones de género, representaría un notorio aumento en la
calidad de vida de aquellos pertenecientes a esta comunidad, en tanto las
razones por las cuales son discriminados ya no tendrían el valor que aún
conservan. Llevar esto a cabo es una gran proeza, puesto que, si bien cambiar
el pensamiento o la opinión de alguien sobre un tema en específico, ya es
difícil, hacerlo en una población mayoritaria es aún más complicado. Sin
embargo, el resultado sería la protección y el cumplimiento de los derechos de
cientos de personas, que dejarían de vivir siendo juzgadas por los
tradicionales estigmas, razón suficiente para velar por un cambio palpable.
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